25 ene 2012

Virimundis,capitulo 9:Un atropello


-Esta será tu residencia mientras que vivas en el virimundis-me susurró Gumpert. Observé la casa. Me moví por ella, la observe rápidamente y saqué una rápida conclusión, sin duda era una casa realmente extraña, pero por lo que parece, a la gente de aquí le va mejor, pensé. Me reuní con Gumpert en la entrada. –Ahora ¿Qué?-le pregunté. –Mañana, cuando la muñeca este verde, nos vemos en el palacio de los protegidos-atravesó la puerta de goma y se marchó. Contemplé la casa de nuevo. Aún no me lo creía. Pero, todavía estaba deseoso de más noticias impactantes, así que salí a la calle de nuevo. El viento fresco golpeó mi delicada cara con un soplido. Sentí frío y, al instante, desapareció. Llevaba un abrigo de piel, apenas aparatoso y tan ligero que si no hubiese notado sus pelos frotar mi mejilla, ni me abría percatado de él. Lo importante es que abrigaba mucho. En frente de mí, entre tanto árbol, pude distinguir un parque. Crucé la calle por donde ningún coche pasaba y me metí en el parque. Realmente bello. Era un rectángulo repleto de angulosos árboles de las más raras especies, adornado por alrededor por una valla negra en forma de rectángulo con un palo en medio, como decoración. Me acerqué al palo. Lo veía muy raro. Parecía que flotaba en el aire, y pensé que debería de ser curioso sentarme en algo flotante. Me senté en el suelo. Me levanté y pude comprobar que no era más que una imagen  realista, tanto que me confundió. Había un banco cerca. Un banco blanco con una tabla flotando para apoyar el trasero y un palo grueso para aguantar la espalda, flotando también. Antes de sentarme, comprobé que era real. Me senté pero me hundí en él y descubrí que era un sillón cómodo, pero no un banco. De nuevo, era una foto en tres dimensiones. Fue entonces cuando perdí los nervios y pensando que el árbol que había atrás mía, era una foto, me levanté y lo golpeé con mi cabeza, a lo Zidane. Todavía me duele la cabeza: Ese árbol era de verdad. Me di un paseo y comprobé que todo lo que había excepto el baño y los árboles, era artificial. El césped era suelo liso, pero parecía césped de verdad, incluso hacía un chasquido al pisarlo. Fui al aseo y me metí en la cabina. Mis ganas de orinar pasaron de muchas a cero, simplemente elevándome. Un buen avance, sin duda. Era tarde. Miré el cielo del planeta verde. Millones de estrellas en mi campo de visión. Aquello era inmenso, lo más bonito que había visto en mi vida. Después de estar mirando el cielo embobado, me di cuenta de que el virimundis no tenía satélite. Me entró curiosidad por saber cómo era la cama del año 2037 y me dirigí a la cabina. Crucé la calle sin mirar y…

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