19 ene 2012

Virimundis,capitulo 4:La calle antigravedad


-Hoy hay práctica-me despertó el hombre calvo. No podía abrir los ojos. Me deje caer en el suelo y me dormí de nuevo. Estaba destrozado completamente. Al cabo de un rato me despertó una luz atronadora del exterior: la puerta estaba abierta. Estaba muy perdido así que, como tal, me dirigí al primer sitio que me diría un extraño. Calle antigravedad pensé. Bueno el primer paso hacia la calle era levantarme. No lo conseguí. Me levanté y me caí. No podía sostenerme por alguna causa. Lo intente de nuevo, poco a poco. Se me quedo una cara de tonto cuando me levanté. Medía medio metro más. Di un paso con delicadeza. El suelo estaba encharcado por las lluvias. Pero el agua estaba caliente. Y no salía vapor de agua. Desde que salí del sueño, las cosas eran muy raras, así que lo siguiente no tenía porque asustarme ni parecerme extraño, pero me causo una impresión parecida. Corría el doble. Podía correr como un leopardo. Y lo comprobé por aquel extraño lugar. No había ser vivo allí. Estaba vacío. Ni el hombre amorfo ni el hombre calvo. Me entraron muchas ganas de ir al aseo. Tuve que encontrar uno rápido. Lo más parecido era un lugar que tenía los símbolos de señor y señora, pero algo distorsionados. El hombre era más delgado y alto, con una cabeza demasiado grande. La mujer apenas tenía caderas y era muy alta también. Antes de entrar al supuesto baño de caballeros, me percaté de un cartel escrito en…algún idioma. El baño relucía estilo. No se parecía al baño de mi casa. A la izquierda, un cristal de tres metros cuadrados. Al fondo unos aparatos muy extraños. A la derecha cabinas. ¿Dónde había un retrete? La cosa se ponía muy fea. Me miré al espejo. Algo se me metió por dentro. Se me heló el cuerpo. En el cristal podía ver al hombre amorfo, un poco cambiado. Tenía los ojos muy abajo, al igual que la nariz y la boca y una gran frente, con poco pelo y nada de barba. Tardé en comprender, que ese era yo. Y ahí fue cuando ya no aguanté más. Tenía que encontrar un retrete ya o…
Que gracia tenía. LA calle antigravedad. Había un especie de callejón oscuro repleto de ladrillos hechos carbonato. A veces daba la sensación, de que se iba a venir abajo. AL final del todo, donde la luz no podía llegar, había un hueco sin tapar. Miré a través de él. Y sin duda, me llevé el susto de mi vida. Algún ser extraño se encontraba al otro lado. En realidad, era solo una deducción: solo vi un ojo con la cornea verde hierba. La voz que me hablaba en la habitación oscura preguntó: -¿Le envía Gumpert?- No sabía qué hacer allí. Le conteste que un hombre entro en mi mente y me mandó a la calle antigravedad. Tras el hueco, pude comprobar que era como yo y como el hombre amorfo, que ya no parecía tan amorfo. Sonrió. Me dijo que pasase y como por arte de magia, derribo no los ladrillos, si no la calle entera. Hubo una tormenta de arena, se acercó a mí y, señalando un gran edificio verde, me dijo con gratitud :Bienvenido a la calle antigravedad, chico.

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