Desperté con un frio muy intenso invadiendo
mi cuerpo. Tenía las manos sudorosas y estaba en algún lugar oscuro. Un lugar
que me producía escalofríos. Cuando comencé a distinguir lo que había en el lugar
que me encontraba, me entró mucho miedo. Y cada vez más. No sabía la razón pero
estaba totalmente aterrorizado. Se podía distinguir un haz de luz blanca con polvo
dispersado por el aire a la derecha y como una luz celestial, justo en frente
de mí. NI siquiera sabía en qué parte de la habitación estaba. La oscuridad me
estaba invadiendo por dentro. Sonó un ruido. Como un chasquido. Y otro después,
mas intenso. Ahora sí que estaba al borde del desmayo.- ¡¿Qué hace aquí todavía?!-aquel
hombre calvo miraba por la rejilla en el haz de luz a mi izquierda. Le llamaron
y se tuvo que ir. Me levanté con cuidado. Tenía los calcetines empapados. El
suelo lo estaba también. Comencé a andar. Una luz roja se encendió a la derecha
de la rejilla. Me paralizó y comenzó a retroceder. Me di con la pared. Me había
manchado de una resina pegajosa. Cada vez, una habitación más extraña. Estaba preparándome
a gritar cuando alguien me susurró –Ven conmigo-. No veía nada. -¿Hola?- pregunte
y el sonido retumbó pero sin respuesta. -Ven conmigo- me volvió a susurrar. -¿Me
puedes decir dónde estás?-le pregunté de nuevo. –Arriba-me susurró. Mire hacia arriba
aterrorizado. Esperaba ver algún ser maligno, pero no vi nada pues la oscuridad
me lo impidió. –Abajo-me susurró de nuevo. Mire hacia abajo. –Arriba-me volvió a
susurrar. Mire al techo. –Abajo-, me susurró otra vez. Fue entonces cuando lo comprendí.
Mire recto.- Atrás- me susurro. Me fui hacia atrás.- Atrás- me susurró de nuevo.
–Atrás-. Me di con la pared. ¿Qué estaba pasando? Me pregunte. La voz me seguía
susurrando que me fuese atrás, pero atrás había una pared. Se me metió algo en
el ojo y me lo rasque. -Más arriba- me susurró ahora. Levanté la mano hacia
arriba totalmente. –Abajo- me susurró ahora. Me toque la cabeza.
Nubes. Espirales. Colores. Reflejos.
Espejismos. Y de repente un hombre extraño. Así estaba mi mente. Si, y luego
estaba yo. –Ya has llegado, chico-me habló aquel hombre. Un hombre muy alto con
una cabeza grande y con poco pelo. – ¿A dónde he llegado? ¿Quién eres tú?- puse
caras raras. –Ya estás en virimundis. Eres un privilegiado-me contesto el hombre
amorfo. -¿A dónde? ¿Dónde estoy? ¿De qué país eres tú?- le pregunte. –No hagas
preguntas. Ya habrá tiempo para eso. Cuando salgamos de aquí, tienes que
dirigirte a la calle antigravedad, ¿entendido?-. Esto iba de mal en peor. – ¿A la
calle qué?-. Se empezaba a alejar. –No faltes a la gran cita…- se desvaneció en
las nubes. Y yo, con él.
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